miércoles, 25 de enero de 2017

Pensar la muerte [actualización pendiente]


Curiosa manera de llamar a algo tan usual, y a la vez, tan complejo. La muerte es aquello que nos ha legado la capacidad de filosofar. En algunas ocasiones representado como un esqueleto ataviado con una túnica negra, una guadaña y un reloj de arena... A veces fortuita, en algunas provocada o buscada.

La muerte, la manera universal de simbolizar el cese de la funciones vitales, psíquicas y anímicas de un ser humano.

Hablar de la muerte es hablar de la vida. Una siempre es el inicio y final de la otra.

La muerte en sí es algo sagrado, se le ha ostentado como una de las mayores penas y reviste las peores pesadillas de aquellos que ven a la muerte como el fin de un ser.

¿Qué opinas tú de la muerte? Creo una de las primeras alternativas es iniciar con preguntas determinadas para empezar a pensar la muerte. La muerte es una construcción conceptual y a la vez noción humana, pero la manera de describirla en ocasiones se limita a un punto de vista religioso.
Comparado con las múltiples ramificaciones que puede tener la muerte y sus temas relacionados, una única respuesta parece irrisoria y reduccionista.  

Si tú deseas empezar a reflexionar sobre la muerte convendría que respondieras, de la manera más honesta, las siguientes preguntas:


¿Qué es la muerte?
¿Cómo te enteraste que existía la muerte? ¿A qué edad?
¿La muerte de quién sería una catástrofe para mí?
¿Mi muerte para quién sería una catástrofe?
¿Cómo te daría pánico morir?
¿Cómo te gustaría morir?
Desde la perspectiva de mi religión, ¿qué es la muerte?
¿Le diría a un paciente que está en fase terminal?
¿Cuál es mi postura ante la ‘muerte asistida’?
¿Cuál es mi postura ante el suicidio mío y el de un familiar?
¿Qué haría o dejaría que le hicieran a un familiar en fase terminal?
A una persona moribunda, ¿qué le diría?  
¿Qué otro nombre le pondría a la ‘muerte’?
¿Pensaste en suicidarte?, ¿a qué edad?
¿Pensaste en matar a alguien?  ¿Cómo lo matarías?
¿Existe algo después de la muerte?

¿Crees en la reencarnación?

martes, 24 de enero de 2017

El (falso) problema de la sexualidad infantil [Des-Apuntes]

Introducción


[…] algunas mentiras de niños bien criados tienen un significado particular y deben llamar a reflexión al educador en vez de enojarlo.
SIGMUND FREUD: Dos mentiras infantiles.

El presente ensayo tiene como principal tópica el esclarecimiento sexual de los niños. Será menester indicar que este no un resumen del célebre texto de Sigmund Freud, pues desde mí propio bagaje y entorno inmediato enunciaré elementos que sustenten el planteamiento de iniciar en la educación sexual a los niños desde temprana edad escolar. La crítica hacía las teorías de Freud, en ocasiones, ha llegado a reacciones de rechazo,  algunas veces, hasta hostiles. Hablar de sexualidad infantil, aun en el siglo XXI, sigue creando escozor, pena; tratándolo como si fuera un tabú por parte de varias instituciones educativas y religiosas. Sin embargo, para el psicoanálisis es vital y esclarecedor hablar del desarrollo psicosexual de los infantes para comprender de mejor manera  las teorías de Sigmund Freud.  En necesario aclarar que el interés de conocer cuestiones que atañen a lo sexual, por parte de los niños, es intensificado por la diferencia anatómica de lo sexos y no por el interés de saber de dónde vienen los niños.

Pero, ¿a cuál edad sería la idónea explicar la sexualidad a los niños?, ¿De quién es la responsabilidad explicarlo; padres o educadores?, ¿De dónde vienen los niños?, ¿Le decimos la verdad o le mentimos?, ¿Es correcto decirle tan pequeño; le haremos daño? Siempre son preguntas constantes que rondan las mentes de los pobres padres, incautos y algunas veces incapaces de explicarle temas tan espinosos y rocosos para padres primerizos o en sí para cualquier persona que conviva con niños.    
Recordemos, que cuando niños, la curiosidad es nuestro mayor rasgo; la ‘sed de saber’ será constante, siempre tenemos preguntas para cualquier cosa, nuestro desconocimiento nos hace proclives a prestarle atención a lo más nimios detalles. Por el contrario, los adultos, en ciertos momentos consideran absurdas preguntas que por simple criterio lógico ignoran o contestan fortuitamente con desdén, reduciendo su respuesta con sí o un no. Tan inocuo que pareciera hacer esto. En ocasiones resulta fácil mentir, pues al satisfacer únicamente respondiendo cualquier cosa al niño, el infante asimila la respuesta, en más raro de los casos se detendrá y no dirá nada más; en lo común continuará interrogando hasta que, inexorablemente, lo ignoren.  
El inquirir sobre sexualidad en varias ocasiones es tratado con palabras que no dejan explicito material asimilable por los niños. No por nada las frases que rondan sobre el ‘lugar de dónde vienen’ los bebés han sido tema popular para cuentos.
Freud fue sumamente criticado por sus teorías sobre sexualidad infantil, no sólo por decir que desde niños tienen fantasías incestuosas, aunado a ello por sugerir que desde niños la sexualidad está presente y que defendió con las célebres teorías de sexualidad infantil, la diferenciación anatómica de los sexos y la organización genital infantil entre otros. Lo lamentable, es la poca información que se contaba sobre la sexualidad femenina, el mismo Freud lamentó no contar con la suficiente información para profundizar en su estudio, a la par de la que encontró con referencia al desarrollo psicosexual del niño. 
Es común la creencia que la pulsión sexual está ausente en los niños y que solo accede a ella a instancias de la pubertad, sin embargo, es capaz de exteriorizar cuestiones amorosas (por ejemplo, los celos, el cariño) a edades tempranas. Hay que recordar que para ambos, la madre, es el primer objeto de amor. La ambivalencia que presentan hacía sus padres, la curiosidad sexual que se desarrolla en los niños; en el varón, cuando juega con la hermana o con algún miembro femenino de su familia notará la diferenciación y la ausencia del pene en los genitales femeninos, y es justo en ese momento donde cobra significado la amenaza de castración; en la niña, cuando responsabiliza a la madre por no haberla provista de un miembro de mayor tamaño y la ligazón-padre que desarrollará después, por el rechazo hacía a la madre.

La educación y la sexualidad


En México, la cuestión de la educación sexual ha ido mejorando notablemente por el acceso a internet y demás tecnologías que dan a conocer la manera en que se desarrolla (biológicamente) el desenvolvimiento del cuerpo de niños y niñas. Sin embargo, las instancias de la pubertad y madurez psicológica siguen estando en una fase diacrónica y carente de exhibición para conocer la manera en que se desarrolla lo psicosexual en la infancia. Una lectura errónea de las teorías Freudianas sugeriría que todo se reduce a sexo. Nada más obtuso y carente de análisis, sin embargo, es constante la cantidad de personas que rechazan la idea de los niños manifiesten deseos eróticos o que la etapa oral, anal y fálica o la estructuración del aparato psíquico no se verá afectado por satisfacciones o insatisfacciones en los primeros años de vida de los niños.   
Como antecedente histórico, es interesante destacar antiguos planes educativos donde se pretendía tener un proyecto a largo plazo sobre educación sexual, donde las principales prioridades, era el alza en los embarazos, enfermedades de transmisión sexual y de manera peculiar los hallazgos hechos por Sigmund Freud en su teoría de tres ensayos de teoría sexual, con la iniciativa de permear a la población mexicana sobre la educación sexual. Por otra parte, algunas instituciones privadas, liga católica de padres de familia y la iglesia se mostraban renuentes a impartir este tipo de información a los niños. La iglesia en México declaraba que los niños eran seres asexuados, cuya ‘esencia’ radicaba en la inocencia y pureza y que veían en la sexualidad un elemento corruptor:
[…] consideraban a la educación sexual como una medicina peligrosa que asesinaba su inocencia y exaltaba la imaginación; la familia debía tener la prerrogativa exclusiva para tocar cualquier tema de sexualidad, evitar contacto con las instituciones públicas y permanecer en estado de alerta ante la peligrosidad proveniente del exterior […]  (Colegio de México , 2000).
Sin embargo, existen dentro de la teoría freudiana puntos clave que nos ayudarán a redimir el conocimiento y la necesaria exposición de estos temas a los niños. Lamentablemente es inconcebible que aquellos que deberías verla por esclarecer estos temas a los niños por su proximidad a ellos, sea lo primeros en negar esta información.      
Si el niño no está ya demasiado amedrentado, tarde o temprano emprenderá el camino más próximo y demandará una respuesta a sus padres o a las personas encargadas de su crianza, que para él significan la fuente del saber. Pero ese camino fracasa. Recibe una respuesta evasiva, o una reprimenda por su apetito de saber, o lo despachan con alguna información de cuño mitológico que en los países de lengua alemana es: «La cigüeña trae a los hijos, y los saca del agua» (Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, 1992:190).
El niño, acomplejado por no poder satisfacer esa compulsión de saber comenzará a inquirir teorías creadas a partir de su observación inmediata, la cual, en la mayoría de las veces suele ser errónea.
La primera de estas teorías se anuda al descuido de las diferencias entre los sexos, que al comienzo de estas consideraciones destacamos como característico del niño (Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, 1992:192).  
Con el tiempo y tras de consagrar la examinación de la diferenciación de lo sexos, se aclarara un poco el panorama del niño, pues al ya no ignorar la presencia de la vagina y de posiblemente ver a una mujer con el vientre pronunciadamente abultado llegará a la concepción de la segunda teoría:
Si el hijo crece en el vientre de la madre y es sacado de ahí, ello ocurrirá por la única vía posible: la abertura del intestino. Es preciso que el hijo sea evacuado como un excremento, una deposición (Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, 1992:195).
Esta puede ser una de las teorías que más ostenten los niños que estén buscando saciar su necesidad de saber, al no tener un precedente que sirva como sustentó argüirá que los niños nacen al deponerlos. Esto puede perdurar por un largo tiempo, aunque Freud menciona una tercera teoría que se pueden plantear por una suerte de evento fortuito:
La tercera de las teorías sexuales típicas se ofrece a los niños cuando, por alguno de los azares hogareños, son testigos del comercio sexual entre sus padres, acerca del cual, en ese caso, pueden recibir sólo unas percepciones harto incompletas (Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, 1992:196).
Estas teorías solo aumentarán la ansiedad del niño pues al verse desprovisto de pruebas fidedignas comenzará a creer en cuestiones totalmente alejadas de la realidad. No por nada consideran que el comercio sexual de sus padres, gesta una concepción sádica del sexo. Por otra parte será el momento donde el niño perderá un poco de la confianza en sus padres y dará pasó a mentir de la misma manera en que lo hicieron sus padres.
Las respuestas usuales en la crianza de los niños menoscaban su honesta pulsión de investigar, y casi siempre tienen como efecto conmover por primera vez su confianza en sus progenitores; a partir de ese momento, en la mayoría de los casos empiezan a desconfiar de los adultos y a mantenerles secretos sus intereses más íntimos (Freud, El esclarecimiento sexual del niño, 1992:119).
Será pues que en estos momentos el niño acuda a una intuición educativa y al convivir con más niños se iniciaran las concepciones por parte de otros niños que  al igual que lo demás a comenzado a buscar indicios del cómo nacen los niños, sin embargo, y empero en el hecho de qué en varías instituciones no se toman con buena gracia los cuestionamientos sobre temas sexuales. La educación se asigna la tarea de sofocar la sensualidad y más aun la sed de saber de los niños.
Los educadores, en la medida en que prestan alguna atención a la sexualidad infantil, se conducen como si compartieran nuestras opiniones acerca de la formación de los poderes de defensa morales a expensas de la sexualidad, y como si supieran que la práctica sexual hace ineducable al niño; en efecto, persiguen como «vicios» todas las exteriorizaciones sexuales del niño, aunque sin lograr mucho contra ellas. Ahora bien, nosotros tenemos fundamento para interesarnos en estos fenómenos temidos por la educación, pues esperamos que ellos nos esclarezcan la conformación originaria de la pulsión sexual […] (Freud, Tres ensayos de teoría sexual, 1992:162).
Sin embargo, no es sólo la educación pues desde otros flancos menos insospechados se yerguen figuras aun más sinuosas que tratan de sofocar estos intentos por conocer por motivos 
Con referencia a esta historia de desarrollo de la pulsión sexual podrían diferenciarse, pues, tres estadios culturales: un primer estadio en que al quehacer de la pulsión sexual le son por completo ajenas las metas de la reproducción; un segundo estadio en que, de la pulsión sexual es sofocado todo salvo lo que sirve a la reproducción, y un tercero en que sólo se admite como meta sexual la reproducción legítima  (Freud, La moral sexual <<cultural>> y la nerviosidad moderna, 1992:169).
Y es quién más podría imponer una única y valida manera de hablar de sexualidad sino desde la permitida por la iglesia, la cual es sólo con motivos reproductivos y dejando de lado las pulsiones. La confusión con la cual el infante carga y la so pena de no recibir, ni si quiera de sus padres una respuesta lo hunde en las más hondas e inusuales respuestas.    
Cuando los niños no reciben los esclarecimientos en demanda de los cuales han acudido a los mayores, se siguen martirizando en secreto con el problema y arriban a soluciones en que lo correcto vislumbrado se mezcla de la manera más asombrosa con inexactitudes grotescas, o se cuchichean cosas en que, a raíz de la conciencia de culpa del joven investigador, se imprime a la vida sexual el sello de lo cruel y lo asqueroso (Freud, El esclarecimiento sexual del niño, 1992:120).
A pesar de eso, el niño se encuentra en un redondel sin salida, o por lo menos no con alguna que pueda satisfacerlo. Freud no pensaba que los padres fueran un canal correcto para que se transmitiera la información, delegaba la oportunidad de instruir el tema a la escuela. Pero no de un modo sojuzgado, dice Freud, pues debe ser tratado como se trata cualquier otra materia. Sin ninguna discriminación.  
Y para conseguir esto se requiere que lo sexual sea tratado desde el comienzo en un pie de igualdad con todas las otras cosas dignas de ser conocidas. Principalmente, es misión de la escuela el traerlo a cuento (Freud, El esclarecimiento sexual del niño, 1992:120).
Al final infiere Freud, que la educación puede ser amedrentadora con algunas maneras de impartir el conocimientos en los niños y que en muchos casos son los principales sofocadores de lo fortuito de la infancia. Pero, basado en sus estudios dictó una etapa en el desarrollo del niño donde podría ser ideal hablarles sobre la sexualidad.     
El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente humanas de la vida sexual y la indicación de su significado social debería darse al finalizar la escuela elemental (y antes del ingreso en la escuela media); vale decir, no después de los diez años (Freud, El esclarecimiento sexual del niño, 1992:121).
Tal vez en un futuro no lejano, estaremos discutiendo la manera en decircelos, pues eso es un tema que no sea desarrollado. En México se intentó, pero por motivos ajenos a las personas que estructuraron el plan de enseñanza se vio frustrado y criticado desde un inicio. Freud pensó que en algún momento este proceso se implementaria y se llegaría a tener una mejor concepción desde niños de la sexualidad. E incluso, trató de anticiparse diciendo que en algún momento no será necesario que se explique sólo en la escuela y sólo por lo educadores. Y no sólo por motivos de que lo sepan, más bien creyó en eso para facilitar un poco el proceso de desarrollo psicosexual en los niños.
[…] esclarecido ya sobre todo lo corporal, los deberes éticos anudados al ejercicio de la pulsión. Un esclarecimiento así sobre la vida sexual, que progrese por etapas y en verdad no se interrumpa nunca, y del cual la escuela tome la iniciativa, paréceme el único que da razón del desarrollo del niño y por eso sortea con felicidad los peligros existentes (Freud, El esclarecimiento sexual del niño, 1992:121).
El camino por recorrer en cuanto al esclarecimiento continuo no es fácil, pues carece de organización, y varias veces de apoyo. No es un tema que sea ajeno pues en vario países se planea y está en marcha la continua enseñanza y concientización de temas referidos a enfermadas sexuales, que dicho sea de paso es otro problema de la salud pública y que afecta a más personas de las que debería. 
En el niño civilizado se tiene la impresión de que el establecimiento de esos diques es obra de la educación, y sin duda alguna ella contribuye en mucho. Pero en realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el caso puede producirse sin ninguna ayuda de la educación (Freud, Tres ensayos de teoría sexual, 1992:161).
Lo increíble es determinar de esta manera el camino que recorre el niño para dar cuenta de un proceso sumamente complejo donde no sólo convergen las creencias que el niño va fabricando poco a poco en su vida. A la par el entramado social también se decanta en crear obstáculos que no necesariamente se encargan de proteger o de resguardar la pureza de los niños. El esclarecimiento va más allá de sólo saber cómo nacen los niños, más bien los prepara para afrontar, a su debido tiempo, la compleja labor de ser padres. Lo ineludible es que debe fermentarse para la prevención.  

Notas finales

 La vida sexual es tema para debatir en una gran mayoría de aristas que, sería casi imposible llegar a acuerdos con la mayoría de los problemas, debates que traerían consigo una implementación a nivel mundial sobre el esclarecimiento sexual infantil. Ya que no simplemente sería en tener como base los 10 años postulados por Freud y la diferenciación de los sexos lo que hace proclive al niño en interesarse en la sexualidad, donde la diferencia entre el niño y la niña en cuanto a esta estadio del desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales, la situación psíquica enlazada con ella; corresponde al distingo entre castración simbólica consumada o la mera amenaza de castración. Más allá de lo sugerido por Freud para iniciar al niño en la educación sexual y la diferenciación es necesario contar con planes educativos que incluyan de entrada el embarazo, higiene y las enfermedades venéreas, además de las teorías del desarrollo de la sexualidad psicoanalíticos. ¿Cuántas veces no escuchamos problemas relacionados con abortos e infecciones sexuales? ¡Ah! Pero la enseñanza sexual sigue dando de qué hablar. No por ser aquella que instruya e ilustre al niño, sino como la gran ausente en ayudar a ser más claro el desarrollo psicosexual de los infantes.
En un hecho que la pedagogía y la psicología van de la mano en varias asuntos de la enseñanza infantil. Creo que entre estas dos disciplinas podrías llegar a crear interesantes proyectos de educación sexual.          

 ***** Nota póstuma
Algo que se olvida con suma frecuencia, en el término 'niño', con el cual nos referimos a los infantes, es que los nombramos desde nuestra propia infancia, en el cómo la vivimos, como lo experimentamos... 'Niños', en su mayoría de las ocasiones, es un concepto que se ha rebasado desde hace muchos años, está desbordado y radica su conceptualización desde una postura adultocéntrica. Es decir se piensa y se construye a los niños desde fuera de ellos.  Es una categoría social que se les otorgó para nombrarlos, etiquetarlo y normarlos. 
Más allá de abogar por ellos, lo único que hacemos es escindir su opinión. Hacemos que los escuchamos, pero realmente sólo los enmarcamos en nuestras propias concepciones, limitamos su capacidad de nombrarse a sí mismos, los excluimos a buscar metas-destino que a lo único que apuntan es a lo hegemónico, a lo instituido, a lo sojuzgado.  

Bibliografía
Freud, S. (1992a). El esclarecimiento sexual del niño. En Obras completas. Volumen IX (págs. 111-123). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1992b). La moral sexual <<cultural>> y la nerviosidad moderna. En Obras completas. Volumen IX (págs. 159-183). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1992c). Sobre las teorías sexuales infantiles. En Obras completas. Volumen IX (págs. 183-203). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1992d). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas. Volumen VII (págs. 109-223). Buenos Aires: Amorrortu.
  • Bibliografía externa


 Colegio de México . (2000). La polémica en torno a la educación sexual en la ciudad de México durante la década de los años 30. Estudios sociológicos , 52.

Fantasmas y criptas; conflicto psíquico transgeneracional. [Apunte]

Introducción


Sin duda, es deseable que el conjunto de las cosas pueda, a largo plazo, ser puesto en palabras, de modo que esto pueda ser inscrito en la memoria de la humanidad y ante todo en la de las personas directamente implicadas, de su familia y de sus descendientes. Pero hay horrores y terrores que no tienen palabras a su medida y que, además, difícilmente encuentren oídos que puedan escucharlos y comprenderlos.
-Claude Nachin. El psiquismo ante las prueba de las generaciones.

Durante nuestra vida, han ocurrido eventos dentro de nuestro núcleo familiar que se guardan de manera recelosa. Desde nuestra más tierna infancia hemos escuchado incontables veces discutir a los adultos sobre temas que son impropios de lo más niños. Siempre nos dijeron que había cosas de adultos exclusivamente y que por tanto tú, al ser un niño, no tenías la capacidad de comprender o de poder soporta tales discusiones.
Nuestras familias por lo general guardan secretos que no son hablados pues ocasionaría la vergüenza y la ruina de la reputación familiar. Dedicando la mayoría del tiempo a ocultar, en lugar de hablar las cosas, aquellos que son desprovistos de la información andarán con la incertidumbre y la ignominia. Incluso nunca son revelados.    
En tales casos esto perjudica a las posteriores generaciones. Reza un viejo refrán “los pecados del padre, pasan al hijo”, y de cierta manera es bucle que condena a las siguientes generaciones a luchas con criptas (secretos) y fantasmas. La alusión expuesta por Serge Tisseron es una analogía sumamente interesante pues, más allá de caer en obtusos y debatibles temas de cuestiones sobrenaturales, él hace una inferencia entre aquellos aspectos de la herencia psíquica de las personas, donde destaca y distingue la transmisión intergeneracional (lo aprendido directamente de los padres) de lo transgeneracional[1] (referente a tres generaciones previas) donde cada una de esas cosas aprendidas y aquello no dicho se guarda, se calla el síntoma. Lo que más quisiera un sujeto que manifiesta el síntoma  (inconscientemente) es discutir el secreto guardado y poner fin a los conflictos familiares.
Es necesario establecer que se considera al psiquismo humano es poseedor de una herencia psicológica, adquirida por un proceso de aprendizaje de patrones o estilos de comportamiento que los miembros de la nueva generación toman de los adultos que fueron significativos para su desarrollo. Las personas tenderán a repetir acontecimientos que los marcaron en su infancia. Sin embargo, parece ser que no solo se repiten las cosas que ocurren directamente entre una madre o padre y su hijo(a), (transmisión intergeneracional) sino que también existen influencias del mundo representacional de los abuelos en el desarrollo y en la estructuración psíquica de un nuevo ser, (transmisión transgeneracional), esto repercutirá en el desarrollo de ése nuevo ser.     
En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Clínica del fantasma de Tisseron (1995) dio nociones para entender algunos síntomas y patologías de pacientes que son portadores de duelos y traumas no elaborados de sus padres o abuelos. Y es justamente a lo que consagraré su estudio. Tisseron plantea que el funcionamiento psíquico individual no sólo se relaciona con los conflictos propios de la especie y las experiencias particulares de cada uno, sino que también tienen injerencia las vivencias comunes y los accidentes singulares que marcaron la vida de los padres, abuelos, colaterales y amigos. Por lo que comprender el trauma, tanto en la primera como en las generaciones siguientes, alcanza su esencia cuando aprehendemos la totalidad de sus relaciones históricas. Cuando los eventos traumáticos exceden la capacidad del psiquismo del individuo para elaborarlos, pensarlos y expresarlos, el impacto de estos acontecimientos queda instalado como algo ‘extraño’, acallando o silenciando con ello aquellas vivencias que no son procesadas por el individuo. Son ciertas imágenes mentales las portadoras de la transmisión, y que estas imágenes se construyen tanto a partir de la propia vida libidinal, como de las indicaciones y rastros de experiencias dolorosas de los ascendientes, no elaborados y/o de algún tipo de registro de indicios sobre secretos familiares no develados. Es pues la idea que Tisseron trata de denotar.
La familia por otra parte ostenta dos funciones, la primera hace referencia a la contención, la cual consiste en la capacidad de poder aceptar en su seno el contenido psíquico de cada uno de los miembros de la familia. (Dicho contenido psíquico nace de las experiencias vividas en conjunto o por separado.) Y otra que va a transformar esas experiencias en objetos psíquicos inconscientes familiares, estos pueden ser transformados o no pueden serlo. Los objetos no transformables permanecen enquistados, incorporados e inertes y de manera inconsciente son tomados a través de un pacto por uno o varios miembros de una generación posterior, el cual, puede ser un lastre para generaciones posteriores (Tisseron, et al., 1995).
Por tanto es una gran carga tanto para la familia como para al individuo la manera en que afectara las cosas que no se hablen. Aunado a ello, Tisseron sostiene que existen tres instancias donde radica el eje principal de no hablar las cosas y las cuales se transforman en los lastres que pesarán sobre las siguientes generaciones, las cuales repetirán el mismo y fatídico destino que sus ancestros.
Cuando Tisseron hace referencia a la cripta y a los fantasmas no es un tema relacionado con lo sobrenatural, es sin embargo, algo tan azaroso para el provenir de los individuos que podría generar un escalofrío en las personas que hayan pasado por un problema relacionado a lo expresado por Serge.  La cripta entraña un mundo fantasmático particular que lleva una vida separada y oculta; son fantasías de incorporación que se manifiestan clínicamente en los periodos de descompensación en los pacientes” (Tisseron, et al., 1995: 83).
El fantasma por otra parte se le denomina Fantasma a los efectos que la cripta de un padre produce en sus descendientes. Tenemos dos tipos según la generación en donde impacta. Fantasma de primera generación. Se le llama así al efecto producido en el hijo de un padre portador de cripta (Tisseron, et al., 1995), refiere que cuando el padre ha renegado una experiencia fundamental de su propia vida, (está encriptado) el hijo excluirá de su vida el derecho que no pudo ser ejecutado por su padre.
Cuando el padre portador de cripta se descompensa en los momentos de turbulencia, afectará al niño porque sus acciones recaen y se expresan de manera violenta en forma de angustia, de cólera, incluso con otras conductas desorganizadas, por lo que el niño, tratando de comprenderlas, reaccionará también de una manera incongruente reflejando de manera simultánea el síntoma de su padre (Tisseron, et al., 1995). A la par menciona que las criptas del padre serán reemplazados por palabras que tengan una vaga semejanza fonética con ellos, lo que hace difícil descifrarlos. De tal manera que lo que era ‘indecible’ para el padre, se vuelve ‘innombrable’ para el hijo. La persona, en este caso el niño, es influida en su desarrollo no sólo por lo intergeneracional sino también por lo transgeneracional, dicha transmisión se da de manera inconsciente gracias al amor ciego que un descendiente tiene por un objeto transgeneracional. Con todo eso lo que tenemos es una repetición de historias o de síntomas, con la esperanza de obtener una resolución diferente donde se satisfaga el deseo y no se oculten los hechos por vergüenza o dolor de un ancestro.
Al pasar el tiempo lo indecible en primera generación; aquello de lo cual no se hablará se transforma en un innombrable en la segunda generación (ésta carecerá de simbolización y no será representada verbalmente), y en un impensable en la tercera que será percibido como un extraño, sin embargo, no podrán concebirlo ya que al no haber sido nominadas dichas experiencias emocionales por los padres, no pueden ser objeto de ninguna representación verbal en los descendientes, lo que conduce a un proceso posiblemente de frustración a la hora de simbolizarlo.

 

Notas finales

Lo transgeneracional sigue siendo un terreno sumamente amplio donde convergen hechos ligados directamente con el desenvolvimiento de la familia de cada persona.  Cada acción cada problema o duelo que no se supere y no se haga del conocimiento, irremediablemente llegará a tener repercusiones en el desarrollo del psiquismo de las generaciones venideras.
Con todo eso lo que tenemos es una repetición de historias o de síntomas, con la esperanza de obtener una resolución diferente donde se satisfaga el deseo y no se oculten los hechos por vergüenza o dolor de un ancestro. Los miembros de cada generación deben realizar los duelos correspondientes.
Es necesario que por medio del esclarecimiento se den a conocer estos problemas dentro de las familias. Es increíble la gran cantidad de secretos y cosas que no se platican en una familia simplemente para evitar que se separen, al final de cuentas lo que obtendrán son más problemas que irán creciendo y siendo incapaces de introyectarlo y darle un cauce más sencillo para simbolizarlo y expresarlo. Las familias deberías tratar de facilitar a sus descendientes la manera en que platican sobre los eventos históricos, problemas sociales y dentro de su núcleo familiar. No es excusable el hecho de decir que los niños no entenderán el tema. Tras las teorías de Freud y de los psicoanalistas de niños es necesario reconocer que los niños pueden controlar y asimilar la información. Es mejor prevenir y hacer realmente conscientes a las siguientes generaciones de los errores que hemos cometido como sociedad en eras anteriores. Lo lamentable es que cada vez más el acallar y olvidar los precedentes es más fácil que hablarlo y destapar todos los problemas que cargamos la raza humana. El bagaje que tenemos como sociedad sentará el precedente de nuestro porvenir espero, desde mi concepción, luzca mejor que el panorama actual.    



Bibliografía

 Tisseron, S. y otros, 1995. El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Buenos Aires: Amorrortu.




[1] Objeto transgeneracional como un ancestro pariente, directo o colateral, que suscita fantasías y provoca identificaciones en uno o varios miembros de la familia.

Apuntes sobre la Melancolía

La melancolía ha dejado de ser un dominio de interés del psiquiatra, como lo han sido tantos otros, abandonadnos con una ligereza tal que ya no es más que un mero prescribir y derivar. Una vez que se ha dejado la melancolía a filósofos y literarios, a los que se han unido voluntariamente los psicoanalistas, los psiquiatras han perdido su función crítica y se entregan complacientes a curar a una sociedad deprimida.
-Fernando Colina

De manera continua escuchamos a nuestro alrededor lo abrumada que se encuentra nuestra sociedad por la vida tan ajetreada que se da en el siglo XXI. Las idas y venidas de la dinámica laboral y social no permiten que las personas se detengan, menos que dejen de desear; la exaltada velocidad con la que las personas desean llega a presentar un reto complicado de controlar, lo que inevitablemente los empuja al fracaso depresivo. Según Colina en su texto Melancolía y paranoia asegura que vivimos en una sociedad que se ha denominado así misma frágil y efímera donde impera la rapidez. Sin embargo, hasta cierto punto seguimos siendo prisioneros de nuestro momento en el tiempo, a la par la tecnología, las ciencias que tenemos presentan una desconexión entre los que sabemos y lo que hacemos. Con ello presente no nos debe sorprender que con los fármacos, como lo describe Colina, los psiquiatras tratan de curar a una sociedad deprimida por medio de antidepresivos y estabilizadores del ánimo; pues lo que se busca en la actualidad es la eficacia y la productividad. Donde se le asigna un mote cientificista a la tristeza, reduciéndolo a un concepto moderno de enfermedad, aunado a ello expresa la intolerancia actual por la tristeza. Freud consideraba a la tristeza en el campo de la normalidad siempre y cuando no sobrepasara el nivel del duelo o aflicción; decía que la tristeza se trata de un estado que le impone desviaciones de su conducta normal. Confiamos en que al cabo de algún tiempo desaparecerá por sí sola […] (Freud, 1975:241-242).

Cabe destacar que la melancolía se ha incluido -a escondidas- en el campo de las neurosis con la forma (oculta) de la depresión. La depresión se ha convertido en la gran neurosis contemporánea transformando abruptamente la tristeza cotidiana en un acontecimiento morboso, algo que se debe callar. López Ibor en un artículo titulado Equivalentes depresivos propone llamar a las melancolías como depresiones, elucubrando que la palabra resulta menos opresiva, menos sobrecargada. Con esto dio pie a que la psicopatología quedará reducida a una enfermedad del humor. Denotando un reduccionismo al biologizar la neurosis y simplificándola.          
La depresión se convirtió poco a poco en la enfermedad del siglo XXI pero, ¿por qué se ha ganado ese mote?, ¿La depresión es una enfermedad? Comenzaré este breve análisis con el texto de Sigmund Freud Duelo y Melancolía hilvanándolo con el texto de Fernando Colina llamado "Melancolía y paranoia".      

Freud comienza su ensayo dedicado a la melancolía con un estudio comparativo donde demarca las cualidades del duelo y a partir de estas elucidaciones comienza a articular el esclarecimiento de la melancolía, procediendo de modo diferente en que años atrás describió a Fliess a la melancolía en el Manuscrito G. Años después Freud volvió a reabrir el tema utilizando dos conceptos que serán fundamentales en Duelo y Melancolía. El Narcisismo y el ideal del yo. También hace uso de varias analogías entre sendos cuadros generales para justificar este método. Menciona que cuando se descubren las causas se encuentran coincidentes, pues: "El duelo es, por lo general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc.” (Freud, 1975:241).
Y las mismas influencias pueden provocar en algunas personas el cuadro melancólico. Otro comentario que suele recordarse hecho en este contexto es el de que pese a lo alejado de la normalidad que se encuentra el duelo, no obstante no debe tratarse como si fuese un estado patológico y antes bien esperar a que desaparezca por sí solo. En cuanto al cuadro del melancólico, afirma:
“La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución de amor propio. Esta última se traduce en reproches y acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí mismo, y puede llegar incluso a una delirante espera de castigo […]” (Freud, 1975:242).
Cabe destacar que el duelo muestra los mismos rasgos, excepto por uno que es la perturbación del sentimiento de sí. De tal suerte Freud arguye que se trataría entonces de una regresión narcisista, regresión en cuanto a la organización del yo, que, a diferencia de la regresión libidinal, conduce al sujeto a retirarse del mundo exterior y a desprenderse de todo objeto de investidura. Y es a partir de esta elucubraciones que acuña la frase de: “él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él.” Con esto Freud hace referencia al empobrecimiento que sufre el yo del melancólico pues, durante el duelo, la pérdida del objeto lleva a que se le retire la ligadura libidinal que se puso sobre él, atenuando y haciendo el mundo exterior pobre y vacío, durante la melancolía, sin embargo, al melancólico el empobrecimiento le ocurre al yo mismo. Freud diría que su yo se menosprecia y se enfurece consigo mismo. Quebranto físico, fealdad, debilidad, inferioridad social, […] sólo el empobrecimiento ocupa lugar privilegiado entre sus temores y aseveraciones (Freud, 1975:245). La ambivalencia está inmersa de manera profunda en la melancolía.

Pero la melancolía contiene algo más que el duelo normal. En sí contiene tres premisas las cuales se dividen en a) perdida del objeto, b) ambivalencia y c) regresión de la libido al yo. Perdida del objeto se centra en la libido que quedó libre tras dejar al objeto no se repliega en otros objetos sino que se retiró el sobre el yo. Lo que conlleva a una identificación con el objeto resignado. Esto como asevera Freud se debe a la regresión desde un tipo de elección de objeto al narcisismo originario o primario. En la que el hijo(a) recibe la primera invetidura libidinal. Recordemos que la organización previa a la identificación es la de elección de objeto con la cual, auxiliado por la ambivalencia, el yo distingue a un objeto. Estas consideraciones conducen a la conocida afirmación de la “identificación con el objeto amado”, que tiene lugar no sólo en la melancolía. El yo pierde pues recibe los reproches que tenían como destinatario al objeto, pero también porque sostiene los que provenía de él como remitente. La diferenciación en el interior del yo merced la identificación con el objeto lo expone, en este caso, a padecer tanto como el objeto las querellas que le estaban dirigidas, pero también las que el objeto le dirigía al yo.

Surge entonces el interrogante ¿Cómo se llega a este desenlace si se trataba, justamente, de un objeto amado?, ¿El amor es acaso fuente de querellas y reproches semejantes? Pues bien, Freud concluye que sí, por su puesto. Pero agrega otro concepto para considerar este punto, el punto (b) el de la ambivalencia:
“Las situaciones que dan lugar a la enfermedad en la melancolía van más allá del caso transparente de la pérdida por muerte del objeto amado, y comprenden todas aquellas situaciones de ofensa, postergación y desengaño, que pueden introducir, en la relación con el objeto, sentimientos opuestos de amor y odio o intensificar una ambivalencia preexistente. Este conflicto por ambivalencia, que se origina a veces más por experiencias reales y a veces más por factores constitucionales, ha de tenerse muy en cuenta entre las premisas de la melancolía. Cuando el amor al objeto, amor que ha de ser conservado, no obstante el abandono del objeto, llega a refugiarse en la identificación narcisista, recae el odio sobre este objeto sustitutivo, calumniándolo, humillándolo, haciéndole sufrir y encontrando en este sufrimiento una satisfacción sádica. El tormento, indudablemente placentero que el melancólico se inflige a sí mismo significa […] la satisfacción de tendencias sádicas y de odio, orientadas hacia un objeto, pero retrotraídas al yo del propio sujeto en la forma como hemos venido tratando” (Freud, 1975:248-249).
Como menciona Styron en su cuento Esa visible oscuridad: “De las muchas manifestaciones temibles de la enfermedad, tanto físicas como psicológicas, el sentimiento de odio de sí mismo –o para decirlo de forma menos categórica, la ausencia total de autoestima- es uno de los síntomas más experimentados, y yo había venido padeciendo cada vez más una sensación general de inanidad a medida que el mal progresaba (Styron, 1992:17). Es por la ambivalencia que la melancolía puede contener una gama basta de posibilidades a diferencia del duelo donde se lidia con la pérdida real del objeto, la muerte del objeto. Es menesteroso notar que el odio pugna por desatar la libido del objeto y el amor pugna por salvar del asalto esa posición libidinal. Freud formula la hipótesis de que la ambivalencia inconsciente que se suma a toda relación de amor, libra sus batallas en el reino de las huellas mnémicas de cosas [sachliche Erinerungspuren] (Freud, 1975:254) es decir, en el inconsciente, y que en el duelo, a diferencia de la melancolía, estos procesos se expresan y resuelven pasando por las huellas mnémicas de palabras, es decir, por el preconsciente, hasta la conciencia. En la melancolía, esta vía parece bloqueada, y el síntoma remitiría más a un desfallecimiento del yo, que a una fijación de la libido en un tipo de relación de objeto.
Se podría decir que el melancólico vive en un estado de duelo perpetuo, o incluso que la melancolía se asemeja a un duelo que no termina por elaborar, como si estuviera en un bucle… ¿tendrá que ver que el síntoma preponderante de la melancolía sea la tristeza? Colina argüía que así como el síntoma por excelencia del paranoide era la desconfianza; el deseo es el eco de la tristeza, ya que la función última del deseo era diluirse en tristeza para dar pie y continuidad a la siguiente apetencia (Colina, 2011:59), sin embargo, cuando la melancolía se torna enfermiza y no puede trasformar la pérdida en estimulante falta se le dificulta el depositar en un sucesor lo que ha perdido.    

Ahora, Colina exhorta a pensar que la depresión no es una enfermedad y no hay motivos para tratarla como tal; aunado a esto asevera que se debe tratar de manera plural que puede surgir en la totalidad de los procesos psicopatológicos (Colina, 2011:74).
La melancolía envuelve temas que, por lo menos a mí, me ayudaron a esclarecer la manera en que se mira, pues como lo manifesté al principio del texto, la opinión popular o cientificista es la que más se expone y la que gana más adeptos. Al final de cuentas lo que nos invitan los textos escogidos para el ensayo a darnos un acercamiento y colocarnos en distintos puntos desde donde mirar la melancolía. Tanto el texto de Freud, de Colina y de Styron son la combinación adecuada para entrelazar las teorías de Freud, la multidisciplina que utiliza Colina y el cuento de Styron que ayuda a retratar lo teórico con una narrativa fenomenal, luego, para comenzar a entender la idea de lo que va la melancolía y de lo que lleva intrínseco en la psique de los sujetos, de la censura que sufre la melancolía, el conflicto en el yo y, siempre que el deseo está comprometido el deseo, en cualquier actividad que realicemos, sólo habrá dos destinos a lo que puede llevarnos ese empujón, uno que puede inhibir la acción u otro que puede intensificarla.   
* * * * * * *
La melancolía es una red mediadora que comunica entre sí el sufrimiento de los hombres. Es un prototipo universal del dolor. Un mal eterno donde todos nos reconocemos […] (Colina, 2011:53).






Bibliografía

Colina, F., 2011. Melancolía. En: Melancolía y paranoia. Madrid: Editorial Sintesis , pp. 39-93.
Freud, S., 1975. Duelo y Melancolía. En: Obras completas Amorrortu XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores, pp. 237-255.
Styron, W., 1992. Esa visible oscuridad. Memoria de la locura. Ciudad de México: Grijalbo.


Duelo y Melancolía [Breve]

Freud en Duelo y Melancolía, determinó que detrás de cada deseo hay un duelo. Que la vida es un duelo continuo que no admite interrupciones. Como ya mencionamos, el deseo estará marcado y sustentado por la falta, que lo limita y que al mismo tiempo, y de recuperación que lo estimula hacia una nueva búsqueda.

La melancolía que solo se torna enfermiza se manifiesta cuando el deseo deja de aprovecharse de la tristeza (eco del deseo) para su propio progreso como si se quedara en una complacencia gozosa con el dolor, paralizando la vida y desentendiéndose de los demás (Colina, 2011:61). Freud continúa argumentando diciendo que se supera la perdida solo gracias a la identificación con el objeto perdido, sirve de despedida, de olvido e incorporación del muerto  así como de recuperación de las fuerzas para proseguir la vida. En dado caso que este duelo no se lleve a cabo, “la sombra del ausente cae sobre el propio yo y  lo deja herido y a la intemperie, sin posibilidad de borrarla con el olvido o la identificación” (Colina, 2011:62).
Según Colina, cuando esto sucede, se da la búsqueda de un nuevo sustituto que sea adecuado, justifica la aparición de un ánimo deprimido, y una pérdida que afecta al yo en su estructura, induciendo el sentimiento de indignidad y de desprecio con que se trata a sí mismo. En la melancolía, la pérdida, se hace tan presente que ya no se busca algo en forma de falta algo que empuje el deseo. Es por ello, afirma Colina, que el deseo ya no ‘arranca’, pues se “siente bloqueado, saturado y obstruido como si estuviera en posición hasta de lo perdido” (Colina, 2011:62).

El melancólico en un nivel psicótico, es aquel que “ante determinadas perdidas se desinfla, se desmorona; sin asumir la experiencia y deja una vía abierta por donde la libido sangra sin parar. Así queda condenado a perder las fuerzas y a volverse incapaz de reanudar la existencia como si se hubiera suicidado mentalmente por no poder matar al muerto con el olvido” (Colina, 2011:62).
Colina afirma que la percepción del objeto completo y total es algo limitado y relativo, la perdida de estos ideales absolutos genera un duelo que nunca superamos totalmente, pues sigue presente en una especie de duermevela y puede despertar en cualquier ocasión. Cabe resaltar que lo perdido no es sí “una Figura (la Madre), sino un ser; y tampoco un ser, sino una cualidad (un alma): no lo indispensable, sino lo irremplazable” (Barthes 1982, citado en Colina, 2011: 64). La zozobra de lo que ocurre de manera oculta, lo entiende Colina, como que todos “somos melancólicos y debemos asumir de continuo la decepción, la finitud y el desengaño”. La melancolía, es pues, “unidad profunda de todo malestar mental” aunado a esto determina que “la melancolía sería una psicosis más entre las otras, y a la vez, el acompañante imprescindible de todas” (Colina, 2011: 53,55).     


Un lugar fuera de la Maternidad

Un lugar fuera de la maternidad

 “[…] hombres y mujeres son el resultado de una producción histórica y cultural, que ha creado, destruido y recreado un mundo de significaciones en común.”
La dominación masculina.-Pierre Bourdieu


La sociedad ha gestado y organizado una serie de significaciones alrededor de la maternidad, en el cual, de acuerdo con lo argüido por Ana María Fernández se tiene la idea –subrepticia- de mujer = madre; con esto se da por sentado que el ser madre da cabida a la realización de la mujer, siendo ésta lo que le da sentido a su feminidad. Otorgándole un lugar socialmente diferente. Además de la categoría diferencial de ser mujer joven. Sin embargo, como Nora García enfatiza “las mujeres han cumplido con este lugar social sin percatarse de si querían o no ser madres, aunado al hecho de seguir reproduciendo una serie de funciones atribuidas a las madres” (García, 2001:57).
A través de los mitos, los seres humanos han construido verdades simbólicas; en donde la realidad es construida simbólicamente, y que en varias construcciones sociales, como la maternidad, se muestran aparentemente cerradas, fuera del alcance, inmodificables. En la construcción de los mitos como parte de un imaginario social que organiza las significaciones imaginarias sociales, las cuales se concretizan y se hacen presentes en el sujeto, que en este caso es en el ser madre, ya que las SIS “contienen creencias y anhelos colectivos; van ordenando el mundo; que estructuran, organizan las relaciones humanas, marcan valores culturales, éticos, sociales sobre la maternidad” (García, 2001:73). 

Pero esta idea de ser madre evoca a la trama de significaciones sociales imaginarias que se vehiculizan a partir de las instituciones, pero no de las instituciones entendiéndose, como popularmente se le conocen a los complejos que albergan oficinas, aulas; no nos quedemos sólo en lo concreto pues para esclarecer arrojando luz sobre la cohesión interna de un entretejido de sentidos, o de significaciones, que penetran toda la vida de la sociedad, la dirigen y la orientan (Castoriadis, 2006:78) hay que estudiar a la institución como el conjunto de herramientas, del lenguaje, de las maneas de hacer, de las normas y de los valores etcétera (Castoriadis, 2006:77), teniendo esto en consideración  enmarcaremos el lugar social que se les asignan a las madres, para ello es necesario conocer cómo se construyó el lugar social de la Madre, después el  cómo se ha ido modificando en función de la producción y reproducción de un universo de significaciones imaginarias constitutivas de lo femenino  (Fernández, 1993:162), y a la par de lo masculino.

Pero, si en el imaginario social una mujer alcanza un lugar siendo madre, y se le ostenta un lugar fundamental en dentro de la familia, siendo ésta una de las instituciones segundas planteadas por Castoriadis que orquesta la reproducción y la socialización de la generación siguiente, ¿por qué hay mujeres que rechazan el ser madre? La sociedad cambia, aparentemente, pero hay lugares dentro de la cohesión social que son necesarios para que la sociedad heterónoma siga reproduciéndose, no es que éste en vías de desaparecer pero se empiezan a atisbar fragmentaciones dentro de sus instituciones y de las significaciones imaginarias que portan estas instituciones que ya han sido desbordadas e incluso carecen de sentido. Por ello no es de extrañar que las mujeres tomen, después de grandes movimientos feministas y reflexiones radicales, la decisión sobre su propio cuerpo y elijan no ser madres. Como lo analiza Lilia Esther Vargas diciendo que en la actualidad “es menor el control familiar, aún para las mujeres jóvenes, en una menor exigencia de virginidad prematrimonial, una menor censura en las uniones libres, y el acceso de diversos medio de anticoncepción que se pueden utilizar sin necesidad de permiso de los hombres” (Vargas, 2001:150); esto es pues sólo es un esbozo de la gran gama de posibilidades que pueden llevar a una mujer a no querer ser madre.
Institución de la familia
La familia es una de las instituciones segundas postuladas por Castoriadis, en donde la institución es la que provee de sentido al sujeto socializado. Existen las instituciones primeras y las secundarias; la primera hace referencia a que la sociedad se crea sí misma, como sociedad. No existe un elemento extrasocial o divino que la geste; otorgándose instituciones animadas por las significaciones imaginarias sociales específicas para cada sociedad. Ésta se articula e instrumenta, a través de las instituciones segundas, las cuales Castoriadis divide en dos categorías: las transhistóricas donde destacan el lenguaje; el tipo de individuo que es -construido- diferente en cada sociedad y la familia (Castoriadis, 2002:124), encargada de reproducir las significaciones sociales; acorde a su propio mundo orquestará determinado magma de significaciones. La segunda categoría son aquellas que son específicas, es decir, en las que sus significaciones imaginarias sociales están sostenidas por medio de estas instituciones específicas, creadas para un cierto tipo de contexto y momento histórico. Sin embargo, las significaciones imaginarias sociales, tiene una triple <<función>>, que va desde ser las que estructuran las representaciones, significaciones, sentidos e interpretación del mundo; designan los fines de acción pues determina lo que debe de hacerse y lo que no debe hacerse; y el régimen de los afectivo, donde se crea/instituye el cómo debe sentirse el sujeto, la sociedad (Castoriadis, 2001:127). A través de esto instituciones mediadoras, como por ejemplo el primer grupo que rodea al sujeto, la familia, se instituye en cada contexto un tipo de sujeto.  
Por medio de estas instituciones la sociedad funciona, sin embargo, el dominio hegemónico del discurso heterónomo requiere de una actitud pasiva y de hacer invisible lo procesos que se juegan en la sociedad heterónoma, en la que destacan el rechazo al cambio, a lo diferente y a lo modificable. Posteriormente Castoriadis argumentará la crisis de las significaciones imaginarias que tienen cohesionada a la sociedad, encuentra sus raíces de esta crisis en el conformismo generalizado y el encolado. Conformismo que solo es posible a condición de que no exista centro de identidad importante y sólido. Es decir que los referentes o polos por los cuales se anclaban las identificaciones se desfondaron. Y en emergencia surge el encolado en donde juntan una serie elementos diversos y <<producir>> algo (Castoriadis, 2001:133) que sustituya a las instituciones vacías de sentido. Esto da pie a que el sistema hegemónico siga reproduciéndose. Lo hace, infiere Castoriadis, por medio de beneficiarse de los modelos de identificación producidos anteriormente.
Concatenando lo expuesto por Castoriadis en su institución primera y segundas; destaca la creación de las significaciones imaginarias sociales determinadas por el contexto y los requerimientos sociales de cada sociedad, para dotar de sentido la vida de los sujetos y que en lo posible no se cuestionen lo instituido. De sumo interés es el papel de la familia, que se requiere para reproducir modelos, roles y significaciones. En el caso del ser madre conlleva el rol y funciones que ejerce la madre en la sociedad, pero sin olvidar que la familia en tanto construcción social, emite normas, valores y afectos que debe hacer/sentir la mujer al ser madre. Inclusive en estos escenarios Castoriadis hace referencia a los gérmenes de autonomía, sujetos fabricados que buscan cambiar la institución de la sociedad. Yo, tengo para mí, que las mujeres que no desean ser madres (teniendo en cuenta la enorme diversidad de motivos por los cuales no quieren serlo) son en cierta medida mujeres que apuntan a ser sujetos autónomos, es decir, “lúcidos en cuanto a su deseo y su realidad, y responsable de sus actos, considerándose como agente de lo que hace” (Castoriadis, 2002:122). 
 La madre en la familia
La biopolítica planteada por Michel Foucault determina las políticas que van a actuar sobre el cuerpo, la salud, las formas de alimentarse y de alojarse, las condiciones de vida, sobre todo el espacio cotidiano del siglo XVIII. Esto evocaba al lugar construido para la mujer que, atravesó por muchos senderos, unas veces más escabrosos que los actuales, pero que siguen cargados por lo dictado por lo social. El cuerpo de la mujer no le pertenece a la mujer, le pertenece a los designios sociales. Cabe destacar que se es varón o mujer dentro de una lógica masculina. Además de un factor importante para la preponderancia de la familia: el matrimonio y la vivienda social. Donzelot enfatiza la creación del matrimonio para la perpetuación del patrimonio, la conservación de los hijos, la educación, el control y vigilancia de los padres hacía los hijos y la incursión de la mujer hacia una nueva revaloración social al dotarla de poder como madre, auxiliar del médico y educadora. El hogar o para Donzelot la vivienda social supuso una herramienta en la estrategia de familiarización; “apoyada sobre la mujer y que contó con una serie de aliados: la instrucción primaria, la enseñanza de la higiene domestica, la creación de guarderías para hijos de obrero, la instauración del reposo dominical y el de la vivienda social que apunta a una función de vigilancia mutua” (Donzelot, 1979:42, 44).
Por otra parte en un contexto histórico de las diferentes posiciones sociales que ocupó y sigue ocupando, por ejemplo, las mujeres de la casa feudal, sólo salían de ella para contraer matrimonio o profesar en los conventos. Las alternativas a estos dos destinos sociales era el de la servidumbre, industria de la crianza y la prostitución. Sin embargo, los cimientos de la familia nuclear necesitaban de un elemento importante, el cual, en el siglo XVIII no mostraba interés en los niños y en las mujeres, pero los nuevos modelos de producción requerían que la antigua casa medieval (que era básicamente unidad de producción y consumo) cambie hacia la acumulación de bienes transmisibles hereditariamente, necesitaban quelas mujeres no murieran en el parto y que los hijos tuvieran un cuidado y educación. La transición entre el Feudo y la Revolución industrial trajo consigo el estrechamiento de las labores se desarrolló una <<moral materna>> Mabel Burin hace hincapié en que suponía una “subjetividad femenina domesticada, con características psíquicas de receptividad, capacidad de contención; de nutrición y no sólo de los niños sino también de los hombres que volvían a sus hogares después de sus labores extradomésticas“(Burin, 1998:75). A su vez afirma que la consecuencia de este acotamiento de labores y disociación de las labores que en siglos pasados realizaba “se fue construyendo un tipo de ideal social, el ideal maternal, que las mujeres interiorizaron en su subjetividad y pasó a ser constitutivo de su definición como sujetos” (Burin, 1998:76).
Las condiciones históricas sociales, económicas han cambiado y por consiguiente, han ocasionado que las mujeres ocupen un lugar fuera de la maternidad, entonces ¿por qué no replantear esto? (García, 2001:75). Una de las últimas preguntas que deja Nora García en su texto de “El psicoanálisis y el deseo de no ser madre”, pero tampoco habrá que expandir un poco las reflexiones ulteriores para preguntarlo; Castoriadis se muestra crítico y exonera a que se busquen nuevas alternativas para cuestionar lo instituido, sin embargo, considera que no existen los recursos psíquicos para que sujetos autónomos, reflexionen para poder tornar una institución y su universo de significaciones imaginarias. Además creo necesario puntuar el hecho de que para transforma una institución necesitarías modificar a las demás. Lilia Esther Vargas destaca algo sumamente importante, ”los géneros se siguen estudiando de forma aislada uno del otro, y no como construcciones relacionales recíprocamente sostenidas su vez forman complementariedades” (Vargas, 2001:155). El ser mujer no se puede transforma sin que se altere el ser hombre. Las instituciones forman el urdimbre social y a pesar de que la institución del ser madre parezca resquebrajarse, no se alterará hasta que se piensen nuevas maneras de concebir el ser madre. Sin que esté atravesado por ser la única manera en que se pueda definir como mujer así misma y el cómo se le construya. Un cambio radical de la sociedad no es algo que sólo radique en la ciencia ficción, lo que se requiere es que lo sujetos, tanto hombres como mujeres trabajen conjuntamente formando sujetos que quieran su autonomía.   






Bibliografía:

Burin, M., 1998. Ambito familiar y construcción de género. En: Género y familia. Buenos Aires: Paidós , pp. 78-84.
Castoriadis, C., 2001. La crisis del proceso de identificación. En: El ascenso de la insignificancia. Barcelona: Frónesis, pp. 124-138.
Castoriadis, C., 2002. Institución primaria de la sociedad e instituciones segundas. En: Figuras de lo pensable (Las encrucijadas del laberinto VI). Ciudad de México: Fondo de cultura económica, pp. 115-126.
Castoriadis, C., 2006. Las significaciones imaginarias. En: Una sociedad a la deriva. Buenos Aires: Katz, pp. 75-104.
Donzelot, J., 1979. La policía de las familias. España: Pre-Textos.
Fernández, A. M., 1994. Madres en más, mujeres en menos: los mitos sociales de la maternidad. En: La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres. Buenos Aires: Paidós.
García, N. C., 2001. El psicoanálisis y el deseo de no ser madre. En: Sexualidad: símbolos, imágenes y discursos. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Xochimilco, pp. 57-78.

Vargas, L. E. I., 2001. Un tema olvidado por el feminismo. En: Sexualidad: símbolos, imágenes y discursos. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Xochimilco, pp. 139-157.